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13 oct 2022

CITROËN Y LA TORRE EIFFEL: LA RELACIÓN HISTÓRICA DE DOS ICONOS PARISINOS

Citroën nació en 1919, a la orilla del Sena, en el entonces llamado Quai de Javel. Sólo 2,7 kilómetros separan su primera fábrica de otro icono de la capital francesa construido 20 años antes: la Torre Eiffel. Una cercanía de la que ha surgido una relación estrecha. El primer gran contacto entre Citroën y la Torre Eiffel se produce en 1925, coincidiendo con la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París. La marca del Doble Chevrón tomó posesión de este monumento con una espectacular iluminación compuesta por 250.000 bombillas, que se mantendría, con cambios periódicos, hasta el año 1934. La Torre Eiffel ha sido el escenario de presentaciones muy recordadas, como la del Citroën BX en 1982 o la de la segunda generación del Citroën C3, coincidiendo con el 120 aniversario de este hito de la capital francesa.

CITROËN Y LA TORRE EIFFEL: LA RELACIÓN HISTÓRICA DE DOS ICONOS PARISINOS
  • Citroën nació en 1919, a la orilla del Sena, en el entonces llamado Quai de Javel. Sólo 2,7 kilómetros separan su primera fábrica de otro icono de la capital francesa construido 20 años antes: la Torre Eiffel. Una cercanía de la que ha surgido una relación estrecha.
  • El primer gran contacto entre Citroën y la Torre Eiffel se produce en 1925, coincidiendo con la Exposición Internacional de Artes Decorativas de París. La marca del Doble Chevrón tomó posesión de este monumento con una espectacular iluminación compuesta por 250.000 bombillas, que se mantendría, con cambios periódicos, hasta el año 1934.
  • La Torre Eiffel ha sido el escenario de presentaciones muy recordadas, como la del Citroën BX en 1982 o la de la segunda generación del Citroën C3, coincidiendo con el 120 aniversario de este hito de la capital francesa.

 

En 1925 no se celebró el Salón del Automóvil de París. Ese año, en la Ciudad de la Luz, todo giraba alrededor de un evento muy esperado: la Exposición Internacional de Artes Decorativas e Industriales Modernas. Una cita que se inauguró el 28 de abril y que atrajo a miles de visitantes a la capital francesa y que vistió de sus mejores galas lugares emblemáticos como el Grand Palais. Todos los países participantes intentaron sorprender con sus pabellones. Francia causó sensación con l’Esprit Nouveau, una obra de Le Corbusier que abrió nuevas vías a la arquitectura y al diseño de las viviendas.

André Citroën se quedó sin su gran escaparate para que dar relieve a su última creación: el Citroën B12, el primer automóvil europeo con una carrocería enteramente de acero. Sin embargo, esto no le desanimó. Por aquellas fechas Fernand Jacopozzi, un artista de vanguardia de la electricidad capaz de crear todo tipo de dibujos con bombillas vio como rechazaban su proyecto de iluminar la Torre Eiffel para celebrar los fastos de la Exposición. Tuvo la suerte de que su proyecto llegara a oídos del empresario del Quai de Javel, que supo apreciar las grandes posibilidades de esta propuesta. Símbolo de París, se había convertido en sinónimo de modernidad, audacia, tecnología y dominio de la ingeniería. Unos valores que quería asociar con su marca de automóviles.

Los trabajos empezaron el 27 de mayo y se prolongaron durante aproximadamente un mes. En cuanto André Citroën aprueba los diseños de la iluminación, se hacen llegar a un taller situado en el 2º piso de la Torre Eiffel, donde un equipo de carpinteros crea el armazón de madera que sirve de base a las bombillas y que se coloca, pieza a pieza, sobre la estructura del monumento.

Y llegó el gran día o, mejor dicho, la gran noche: el 4 de julio de 1925 miles de personas se acercaron al pie de la Torre, al Campo de Marte, a las orillas del Sena hasta el Quai d’Orsay. A las 22 horas, una llamarada roja envolvía el monumento, seguida de una lluvia de estrellas azuladas y de nueve espectáculos que culminaban con los símbolos de los signos del zodiaco, las letras “Citroën” y el símbolo del Doble Chevrón. Las cifras de este espectáculo son apabullantes: 250.000 bombillas, 200 kW, 600 Km de cables… Cada letra mide 30 m de altura y cada símbolo del Doble Chevrón 1200 m2.

El espectáculo se prolongó hasta 1934, con creaciones cada vez más audaces. En 1926, una fuente luminosa lanzaba un chorro hasta el último piso de la Torre, al año siguiente dos relojes de 20 metros de altura con agujas de 9 metros daban la hora. La despedida fue un espectacular termómetro formado con 1000 bombillas rojas.

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